El Festival de Cine de El Cairo contará con representación española y latinoamericana.
El XXXI Festival Internacional de Cine de El Cairo, que se inaugura el próximo día 27, contará con una nutrida presencia de cintas españolas y latinoamericanas, entre ellas la española 'La luna en botella' y la mexicana 'Ópera' en la sección oficial.
En el festival, que durará hasta el 7 de diciembre, participarán películas de 55 países de Europa, África, Asia y América, un importante incremento con respecto a anteriores ediciones.Entre las películas españolas que se proyectarán están 'La luna en botella', dirigida por Grojo y que compite en la sección oficial.
Por otro lado, habrá filmes de siete países latinoamericanos, aunque sólo 'Ópera', de Juan Patricio Riveroll, participará en el concurso oficial.La edición de este año está marcada por la lucha contra la piratería, por lo que la organización del festival, presidido por Ezzat Abu-Ouf, presentó dos anuncios para advertir que este tipo de delito amenaza la mera supervivencia del cine.
Un año más, el actor egipcio Omar Sharif ejercerá como presidente honorario del festival, que cuenta con el patrocinio del millonario egipcio Naguib Sawiris.
Teaser
Cartelera "La Luna en Botella"
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Sinopsis
Zeta tiene un mes para entregar la novela que le han encargado y cada día busca inspiración en la extraña clientela que frecuenta el Café Rossignol. Allí intima con Alicia, una guapa camarera que no quiere enamorarse; conoce a Pascal, dueño del local y artista de cabaret que espera nervioso la llegada de sus viejos amigos y amantes Irene y Kurt; o departe con Don José, otro de los clientes habituales, que vive angustiado por una carta que no se atreve a abrir. Todos desean cambiar de vida. Ha llegado el momento de ser valientes, de intentar lo imposible. ¿Podrán meter la luna en una botella...?
NOTA DEL DIRECTOR
NOTAS DESDE LA LUNA
No. No. No. Hay gente a quien le encanta decir que NO. Gente que se harta de oírlo. Y hay gente cuya vida se ha roto después de un NO.
"La Luna en Botella" es la historia de algunos de ellos, gente que sueña con cambiar de vida con utopías cotidianas, aquéllas que no pretenden necesariamente cambiar el mundo, sino la forma en que éste nos trata. A medida que la historia avanza, los personajes descubren que no todo es imposible y que siempre existe una segunda oportunidad; basta creer realmente en ello.
Han pasado casi seis años desde que en diciembre de 2001 empecé a escribir el guión de "La Luna en Botella". En 6 años, ha cambiado el mundo, ha cambiado la gente, he cambiado yo. Era difícil que el proyecto no se viera afectado por el paso de los años. Pero, curiosamente, el espíritu original de la película se mantuvo ahí.
En estos seis años muchos fueron los NOES, y afortunados y bienvenidos los SÍES. Mucha gente pasó por el proyecto, muchos lo dieron todo por él, mientras otros afirmaban que era imposible meter la luna en botella. Pero fuimos tozudos, creímos en la utopía cósmica: el que intenta meter la luna en una botella es un valiente y no un loco. Y fuimos valientes. Y, un día, la luna entró en la botella.
Música, circo y cabaret en un cuento coral con actores españoles, franceses, argentinos, ingleses, estadounidenses, coreanos, suecos o chilenos, reunidos y mezclados en el Café Rossignol, un lugar con un encanto y una personalidad muy especiales, donde la música de René Dupéré juega el papel de lengua universal. Podría estar en cualquier capital occidental de nuestros días. En el Café Rossignol, todo el mundo se junta en torno al piano, para reír, para llorar, para amar… ¡Debe ser una fiesta!
Si conseguimos contagiar la esperanza, la ilusión. Si hacemos olvidar lo establecido, lo que piensen o digan los demás. Si añadimos un punto de locura, rebeldía y trasgresión… Acabaremos metiendo la luna dentro de esa botella.
Grojo
No. No. No. Hay gente a quien le encanta decir que NO. Gente que se harta de oírlo. Y hay gente cuya vida se ha roto después de un NO.
"La Luna en Botella" es la historia de algunos de ellos, gente que sueña con cambiar de vida con utopías cotidianas, aquéllas que no pretenden necesariamente cambiar el mundo, sino la forma en que éste nos trata. A medida que la historia avanza, los personajes descubren que no todo es imposible y que siempre existe una segunda oportunidad; basta creer realmente en ello.
Han pasado casi seis años desde que en diciembre de 2001 empecé a escribir el guión de "La Luna en Botella". En 6 años, ha cambiado el mundo, ha cambiado la gente, he cambiado yo. Era difícil que el proyecto no se viera afectado por el paso de los años. Pero, curiosamente, el espíritu original de la película se mantuvo ahí.
En estos seis años muchos fueron los NOES, y afortunados y bienvenidos los SÍES. Mucha gente pasó por el proyecto, muchos lo dieron todo por él, mientras otros afirmaban que era imposible meter la luna en botella. Pero fuimos tozudos, creímos en la utopía cósmica: el que intenta meter la luna en una botella es un valiente y no un loco. Y fuimos valientes. Y, un día, la luna entró en la botella.
Música, circo y cabaret en un cuento coral con actores españoles, franceses, argentinos, ingleses, estadounidenses, coreanos, suecos o chilenos, reunidos y mezclados en el Café Rossignol, un lugar con un encanto y una personalidad muy especiales, donde la música de René Dupéré juega el papel de lengua universal. Podría estar en cualquier capital occidental de nuestros días. En el Café Rossignol, todo el mundo se junta en torno al piano, para reír, para llorar, para amar… ¡Debe ser una fiesta!
Si conseguimos contagiar la esperanza, la ilusión. Si hacemos olvidar lo establecido, lo que piensen o digan los demás. Si añadimos un punto de locura, rebeldía y trasgresión… Acabaremos metiendo la luna dentro de esa botella.
Grojo
BIOGRAFÍA DEL DIRECTOR
"La Luna en Botella" es la ópera prima de Grojo (Madrid, 1971), realizador y guionista fogueado anteriormente en los cortos Esa habitación del demonio (incluido en las secciones oficiales de Fantasporto o Sitges, premiado en Cinema Jove), El topo y el hada (sección oficial de la BERLINALE en 1998, premiado en Odense, Palm Springs o Pyongyang) y, junto a Jorge Sánchez-Cabezudo, La gotera (nominado a los Premios Goya en 1997, premiado en Houston, Bruselas o Experimental Madrid). Además de sus trabajos en cine, Grojo lleva ocho años rodando spots con diversas productoras y agencias internacionales. Actualmente, acaba de terminar un nuevo cortometraje titulado Otaku.
NOTAS DE PRODUCCIÓN
Cuarto menguante: los orígenes del proyecto
Probablemente sea más fácil meter la luna en una botella que hacer una película. Una vez construido el guión, hay que conseguir financiación para un rodaje con garantías, una postproducción espectacular y una distribución con la mejor promoción. Cualquier persona en su sano juicio preferiría intentar lo de la luna, pero los directores y productores en general, Grojo y Edmon Roch en particular, no son personas en su sano juicio. Afortunadamente.
El productor Edmon Roch supo de "La Luna en Botella" gracias al director de arte César Macarrón; el consabido «tienes que leer este guión» funcionó en esta ocasión, y más cuando Roch se encontró un texto que le atrapó desde el principio. El propio César Macarrón corrobora la versión del productor: «Grojo llevaba un tiempo deambulando con este guión y quise convencerle de que yo conocía a la persona que haría posible la película. Lo bueno es que no hubo que argumentar mucho con Edmon, porque enseguida le encantó el proyecto». Grojo explica las intenciones del libreto: «la idea era crear una sensación de puzzle; en nuestra vida cotidiana tenemos mucha gente alrededor que apenas conocemos. Creé personajes independientes, pero cada uno tiene un tic que lo define e identifica y le hace crecer por lugares distintos a los demás».
Las buenas sensaciones aumentaron cuando el productor y el director se conocieron, como explica Edmon Roch: «me llevé una sorpresa porque Grojo no sólo sabe escribir, sino que sabe escuchar, algo que no es muy corriente en este mundillo. Es un gran director. Y tiene algo aún mejor: un mundo propio, algo que es muy necesario en el cine de hoy en día. Después de ver sus cortos, supe que "La Luna en Botella" sería la primera película de mi productora».
Cuarto creciente: la película toma forma
Edmon Roch tiene clara la función del productor: «debe estar antes de que sucedan las cosas para asegurar que todo funcione, y no después, cuando ya no hay marcha atrás. Es como el que compra los alimentos y los tiene a punto en la cocina para que cuando llegue el chef pueda preparar sin problemas un plato delicioso que disfruten los comensales». Todo el mundo tenía hambre, y nadie más que el chef Grojo: «quería mezclar muchos personajes distintos en un sitio único, gente diversa con ese tipo de problemas que a uno mismo le parecen muy graves pero que, vistos desde fuera, pueden superarse».
Ese espacio único tan claro en el guión original es el Café Rossignol («es otro personaje, sin el café no habría película», afirma Grojo) y ése fue uno de los primeros retos para el departamento de arte, como explica Macarrón: «cualquiera que leyera el guión tenía enseguida miles de referencias de cafés que se han visto en el cine. En este caso hacía falta que fuera de cierto tamaño por la cantidad de gente que entraba en muchos planos. Fue más complicado conseguir el local que darle forma, porque eso estaba muy bien explicado en el guión». Roch recuerda que mientras el equipo se afanaba en convertir un local comercial vacío en un decorado en forma de café, algunos vecinos del barrio entraban a pedir un cortado. Cuando se les decía que estaba cerrado, querían saber cuándo abriría porque ya era hora de que aquella calle tuviera al fin un establecimiento de ese nivel. ¿Todos contentos? Grojo puntualiza: «bueno, alguno puso pegatinas en las farolas para que nos fuéramos».
Luna llena: el rodaje en marcha
El director hace balance de su primera experiencia al frente de un largometraje: «el rodaje fue bien, muy agradable. No hubo conflictos ni complicaciones insalvables. Rodábamos a un ritmo bastante fuerte, quince o veinte planos cada día, porque temía dejar fuera cosas que después pudiera echar en falta a la hora de editar; prefiero descartar en la sala de montaje». El productor veía cómo el guión tomaba forma: «Grojo ha trabajado muy bien los personajes: son maravillosos, reales y atípicos al mismo tiempo. Lo bueno es que te los llevas a casa, necesitas saber de dónde vienen y qué les va a pasar».
El reparto, coral e internacional, funcionaba con precisión, incluso los intérpretes menos «racionales», como recuerda Grojo: «el burro que aparece cada poco en el Rossignol (y hasta en el cartel de la película) era un actor de método; se metía en el papel y siempre lo clavaba». Edmon Roch tiene una explicación a la profesionalidad del asno: «Suponemos que sus dos años de escenario con Pepe Sacristán y Paloma San Basilio en El Hombre de La Mancha le curtieron». No fue el único animal presente (y no nos referimos a la legendaria brutalidad de las gentes del cine), sus compañeros también cumplieron: «Fuera de Los Angeles, es en Londres donde tienen uno de los mejores catálogos de cucarachas; la nuestra cumplió a la primera. También tuvimos que descartar la idea de rodar con un gato persa tuneado de azul, y escoger un gatito más pequeño que no diera problemas».
Los exteriores más o menos complejos se suceden. ¿Cómo se mete un huevo gigante en la plaza mayor de Guadalajara? Responde Edmon: «llamas a Raúl Romanillos [encargado de efectos especiales], le pides que ancle una base y que construya tres cuartas partes del huevo; para el resto te confías a la magia de los ordenadores de El Ranchito». Y acabando el rodaje, la tristeza por la ausencia definitiva del diseñador Toni Galindo, involucrado en las primeras imágenes promocionales del proyecto. Pero, finalmente, la película está hecha. Casi es tanto como decir que ha sido posible meter la luna en una botella.
Probablemente sea más fácil meter la luna en una botella que hacer una película. Una vez construido el guión, hay que conseguir financiación para un rodaje con garantías, una postproducción espectacular y una distribución con la mejor promoción. Cualquier persona en su sano juicio preferiría intentar lo de la luna, pero los directores y productores en general, Grojo y Edmon Roch en particular, no son personas en su sano juicio. Afortunadamente.
El productor Edmon Roch supo de "La Luna en Botella" gracias al director de arte César Macarrón; el consabido «tienes que leer este guión» funcionó en esta ocasión, y más cuando Roch se encontró un texto que le atrapó desde el principio. El propio César Macarrón corrobora la versión del productor: «Grojo llevaba un tiempo deambulando con este guión y quise convencerle de que yo conocía a la persona que haría posible la película. Lo bueno es que no hubo que argumentar mucho con Edmon, porque enseguida le encantó el proyecto». Grojo explica las intenciones del libreto: «la idea era crear una sensación de puzzle; en nuestra vida cotidiana tenemos mucha gente alrededor que apenas conocemos. Creé personajes independientes, pero cada uno tiene un tic que lo define e identifica y le hace crecer por lugares distintos a los demás».
Las buenas sensaciones aumentaron cuando el productor y el director se conocieron, como explica Edmon Roch: «me llevé una sorpresa porque Grojo no sólo sabe escribir, sino que sabe escuchar, algo que no es muy corriente en este mundillo. Es un gran director. Y tiene algo aún mejor: un mundo propio, algo que es muy necesario en el cine de hoy en día. Después de ver sus cortos, supe que "La Luna en Botella" sería la primera película de mi productora».
Cuarto creciente: la película toma forma
Edmon Roch tiene clara la función del productor: «debe estar antes de que sucedan las cosas para asegurar que todo funcione, y no después, cuando ya no hay marcha atrás. Es como el que compra los alimentos y los tiene a punto en la cocina para que cuando llegue el chef pueda preparar sin problemas un plato delicioso que disfruten los comensales». Todo el mundo tenía hambre, y nadie más que el chef Grojo: «quería mezclar muchos personajes distintos en un sitio único, gente diversa con ese tipo de problemas que a uno mismo le parecen muy graves pero que, vistos desde fuera, pueden superarse».
Ese espacio único tan claro en el guión original es el Café Rossignol («es otro personaje, sin el café no habría película», afirma Grojo) y ése fue uno de los primeros retos para el departamento de arte, como explica Macarrón: «cualquiera que leyera el guión tenía enseguida miles de referencias de cafés que se han visto en el cine. En este caso hacía falta que fuera de cierto tamaño por la cantidad de gente que entraba en muchos planos. Fue más complicado conseguir el local que darle forma, porque eso estaba muy bien explicado en el guión». Roch recuerda que mientras el equipo se afanaba en convertir un local comercial vacío en un decorado en forma de café, algunos vecinos del barrio entraban a pedir un cortado. Cuando se les decía que estaba cerrado, querían saber cuándo abriría porque ya era hora de que aquella calle tuviera al fin un establecimiento de ese nivel. ¿Todos contentos? Grojo puntualiza: «bueno, alguno puso pegatinas en las farolas para que nos fuéramos».
Luna llena: el rodaje en marcha
El director hace balance de su primera experiencia al frente de un largometraje: «el rodaje fue bien, muy agradable. No hubo conflictos ni complicaciones insalvables. Rodábamos a un ritmo bastante fuerte, quince o veinte planos cada día, porque temía dejar fuera cosas que después pudiera echar en falta a la hora de editar; prefiero descartar en la sala de montaje». El productor veía cómo el guión tomaba forma: «Grojo ha trabajado muy bien los personajes: son maravillosos, reales y atípicos al mismo tiempo. Lo bueno es que te los llevas a casa, necesitas saber de dónde vienen y qué les va a pasar».
El reparto, coral e internacional, funcionaba con precisión, incluso los intérpretes menos «racionales», como recuerda Grojo: «el burro que aparece cada poco en el Rossignol (y hasta en el cartel de la película) era un actor de método; se metía en el papel y siempre lo clavaba». Edmon Roch tiene una explicación a la profesionalidad del asno: «Suponemos que sus dos años de escenario con Pepe Sacristán y Paloma San Basilio en El Hombre de La Mancha le curtieron». No fue el único animal presente (y no nos referimos a la legendaria brutalidad de las gentes del cine), sus compañeros también cumplieron: «Fuera de Los Angeles, es en Londres donde tienen uno de los mejores catálogos de cucarachas; la nuestra cumplió a la primera. También tuvimos que descartar la idea de rodar con un gato persa tuneado de azul, y escoger un gatito más pequeño que no diera problemas».
Los exteriores más o menos complejos se suceden. ¿Cómo se mete un huevo gigante en la plaza mayor de Guadalajara? Responde Edmon: «llamas a Raúl Romanillos [encargado de efectos especiales], le pides que ancle una base y que construya tres cuartas partes del huevo; para el resto te confías a la magia de los ordenadores de El Ranchito». Y acabando el rodaje, la tristeza por la ausencia definitiva del diseñador Toni Galindo, involucrado en las primeras imágenes promocionales del proyecto. Pero, finalmente, la película está hecha. Casi es tanto como decir que ha sido posible meter la luna en una botella.
martes, 20 de noviembre de 2007
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