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Cartelera "La Luna en Botella"



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Lugares y horarios de los pases

Sinopsis

Zeta tiene un mes para entregar la novela que le han encargado y cada día busca inspiración en la extraña clientela que frecuenta el Café Rossignol. Allí intima con Alicia, una guapa camarera que no quiere enamorarse; conoce a Pascal, dueño del local y artista de cabaret que espera nervioso la llegada de sus viejos amigos y amantes Irene y Kurt; o departe con Don José, otro de los clientes habituales, que vive angustiado por una carta que no se atreve a abrir. Todos desean cambiar de vida. Ha llegado el momento de ser valientes, de intentar lo imposible. ¿Podrán meter la luna en una botella...?

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NOTA DEL DIRECTOR

NOTAS DESDE LA LUNA

No. No. No. Hay gente a quien le encanta decir que NO. Gente que se harta de oírlo. Y hay gente cuya vida se ha roto después de un NO.

"La Luna en Botella" es la historia de algunos de ellos, gente que sueña con cambiar de vida con utopías cotidianas, aquéllas que no pretenden necesariamente cambiar el mundo, sino la forma en que éste nos trata. A medida que la historia avanza, los personajes descubren que no todo es imposible y que siempre existe una segunda oportunidad; basta creer realmente en ello.

Han pasado casi seis años desde que en diciembre de 2001 empecé a escribir el guión de "La Luna en Botella". En 6 años, ha cambiado el mundo, ha cambiado la gente, he cambiado yo. Era difícil que el proyecto no se viera afectado por el paso de los años. Pero, curiosamente, el espíritu original de la película se mantuvo ahí.

En estos seis años muchos fueron los NOES, y afortunados y bienvenidos los SÍES. Mucha gente pasó por el proyecto, muchos lo dieron todo por él, mientras otros afirmaban que era imposible meter la luna en botella. Pero fuimos tozudos, creímos en la utopía cósmica: el que intenta meter la luna en una botella es un valiente y no un loco. Y fuimos valientes. Y, un día, la luna entró en la botella.

Música, circo y cabaret en un cuento coral con actores españoles, franceses, argentinos, ingleses, estadounidenses, coreanos, suecos o chilenos, reunidos y mezclados en el Café Rossignol, un lugar con un encanto y una personalidad muy especiales, donde la música de René Dupéré juega el papel de lengua universal. Podría estar en cualquier capital occidental de nuestros días. En el Café Rossignol, todo el mundo se junta en torno al piano, para reír, para llorar, para amar… ¡Debe ser una fiesta!

Si conseguimos contagiar la esperanza, la ilusión. Si hacemos olvidar lo establecido, lo que piensen o digan los demás. Si añadimos un punto de locura, rebeldía y trasgresión… Acabaremos metiendo la luna dentro de esa botella.

Grojo





BIOGRAFÍA DEL DIRECTOR

"La Luna en Botella" es la ópera prima de Grojo (Madrid, 1971), realizador y guionista fogueado anteriormente en los cortos Esa habitación del demonio (incluido en las secciones oficiales de Fantasporto o Sitges, premiado en Cinema Jove), El topo y el hada (sección oficial de la BERLINALE en 1998, premiado en Odense, Palm Springs o Pyongyang) y, junto a Jorge Sánchez-Cabezudo, La gotera (nominado a los Premios Goya en 1997, premiado en Houston, Bruselas o Experimental Madrid). Además de sus trabajos en cine, Grojo lleva ocho años rodando spots con diversas productoras y agencias internacionales. Actualmente, acaba de terminar un nuevo cortometraje titulado Otaku.

NOTAS DE PRODUCCIÓN

Cuarto menguante: los orígenes del proyecto

Probablemente sea más fácil meter la luna en una botella que hacer una película. Una vez construido el guión, hay que conseguir financiación para un rodaje con garantías, una postproducción espectacular y una distribución con la mejor promoción. Cualquier persona en su sano juicio preferiría intentar lo de la luna, pero los directores y productores en general, Grojo y Edmon Roch en particular, no son personas en su sano juicio. Afortunadamente.
El productor Edmon Roch supo de "La Luna en Botella" gracias al director de arte César Macarrón; el consabido «tienes que leer este guión» funcionó en esta ocasión, y más cuando Roch se encontró un texto que le atrapó desde el principio. El propio César Macarrón corrobora la versión del productor: «Grojo llevaba un tiempo deambulando con este guión y quise convencerle de que yo conocía a la persona que haría posible la película. Lo bueno es que no hubo que argumentar mucho con Edmon, porque enseguida le encantó el proyecto». Grojo explica las intenciones del libreto: «la idea era crear una sensación de puzzle; en nuestra vida cotidiana tenemos mucha gente alrededor que apenas conocemos. Creé personajes independientes, pero cada uno tiene un tic que lo define e identifica y le hace crecer por lugares distintos a los demás».
Las buenas sensaciones aumentaron cuando el productor y el director se conocieron, como explica Edmon Roch: «me llevé una sorpresa porque Grojo no sólo sabe escribir, sino que sabe escuchar, algo que no es muy corriente en este mundillo. Es un gran director. Y tiene algo aún mejor: un mundo propio, algo que es muy necesario en el cine de hoy en día. Después de ver sus cortos, supe que "La Luna en Botella" sería la primera película de mi productora».


Cuarto creciente: la película toma forma

Edmon Roch tiene clara la función del productor: «debe estar antes de que sucedan las cosas para asegurar que todo funcione, y no después, cuando ya no hay marcha atrás. Es como el que compra los alimentos y los tiene a punto en la cocina para que cuando llegue el chef pueda preparar sin problemas un plato delicioso que disfruten los comensales». Todo el mundo tenía hambre, y nadie más que el chef Grojo: «quería mezclar muchos personajes distintos en un sitio único, gente diversa con ese tipo de problemas que a uno mismo le parecen muy graves pero que, vistos desde fuera, pueden superarse».
Ese espacio único tan claro en el guión original es el Café Rossignol («es otro personaje, sin el café no habría película», afirma Grojo) y ése fue uno de los primeros retos para el departamento de arte, como explica Macarrón: «cualquiera que leyera el guión tenía enseguida miles de referencias de cafés que se han visto en el cine. En este caso hacía falta que fuera de cierto tamaño por la cantidad de gente que entraba en muchos planos. Fue más complicado conseguir el local que darle forma, porque eso estaba muy bien explicado en el guión». Roch recuerda que mientras el equipo se afanaba en convertir un local comercial vacío en un decorado en forma de café, algunos vecinos del barrio entraban a pedir un cortado. Cuando se les decía que estaba cerrado, querían saber cuándo abriría porque ya era hora de que aquella calle tuviera al fin un establecimiento de ese nivel. ¿Todos contentos? Grojo puntualiza: «bueno, alguno puso pegatinas en las farolas para que nos fuéramos».


Luna llena: el rodaje en marcha

El director hace balance de su primera experiencia al frente de un largometraje: «el rodaje fue bien, muy agradable. No hubo conflictos ni complicaciones insalvables. Rodábamos a un ritmo bastante fuerte, quince o veinte planos cada día, porque temía dejar fuera cosas que después pudiera echar en falta a la hora de editar; prefiero descartar en la sala de montaje». El productor veía cómo el guión tomaba forma: «Grojo ha trabajado muy bien los personajes: son maravillosos, reales y atípicos al mismo tiempo. Lo bueno es que te los llevas a casa, necesitas saber de dónde vienen y qué les va a pasar».
El reparto, coral e internacional, funcionaba con precisión, incluso los intérpretes menos «racionales», como recuerda Grojo: «el burro que aparece cada poco en el Rossignol (y hasta en el cartel de la película) era un actor de método; se metía en el papel y siempre lo clavaba». Edmon Roch tiene una explicación a la profesionalidad del asno: «Suponemos que sus dos años de escenario con Pepe Sacristán y Paloma San Basilio en El Hombre de La Mancha le curtieron». No fue el único animal presente (y no nos referimos a la legendaria brutalidad de las gentes del cine), sus compañeros también cumplieron: «Fuera de Los Angeles, es en Londres donde tienen uno de los mejores catálogos de cucarachas; la nuestra cumplió a la primera. También tuvimos que descartar la idea de rodar con un gato persa tuneado de azul, y escoger un gatito más pequeño que no diera problemas».
Los exteriores más o menos complejos se suceden. ¿Cómo se mete un huevo gigante en la plaza mayor de Guadalajara? Responde Edmon: «llamas a Raúl Romanillos [encargado de efectos especiales], le pides que ancle una base y que construya tres cuartas partes del huevo; para el resto te confías a la magia de los ordenadores de El Ranchito». Y acabando el rodaje, la tristeza por la ausencia definitiva del diseñador Toni Galindo, involucrado en las primeras imágenes promocionales del proyecto. Pero, finalmente, la película está hecha. Casi es tanto como decir que ha sido posible meter la luna en una botella.


jueves, 15 de noviembre de 2007

Entrevista a Dave McKean

Dave McKean
Nacido en Maidenhead, Inglaterra, McKean es un reputado ilustrador que también ejerce como fotógrafo, diseñador, director de cine o músico. Además de haber ilustrado numerosos discos y libros, es asiduo colaborador del guionista Neil Gaiman en trabajos como Casos Violentos, Orquídea Negra y, sobre todo, The Sandman, donde se encargó de las portadas. En cine, ha dirigido la película MirrorMask, estrenada en el Festival de Sundance del año pasado.

Que el director y el productor de "La Luna en Botella" te quisieran en su proyecto desde el principio es una buena forma de empezar, ¿verdad?
Claro que sí. Es el clásico estilo de hacer películas de Roger Corman; consigue el cartel y después haz la película.

¿Cómo te enfrentaste al trabajo artístico de esta película?
Me encantó ver la película en Barcelona. Muchos de sus elementos me eran muy familiares: el creativo individualista intentando superar un problema, la música profundamente unida a la vida, el circo, el surrealismo… Se trata de una película coral que me evocó a Fellini, especialmente en Amarcord. Recordé que aquellos carteles tenían una gozosa abundancia de detalles y personajes.

¿Podrías explicar tu método de trabajo desde la primera idea hasta el resultado final?
Hice 17 bocetos; algunos se inspiraban en ideas grupales, un par de ellas eran aproximaciones simbólicas y varias más estaban basadas en fotogramas que de alguna manera resumían el espíritu de la película. Al final, nos decidimos por dos imágenes y las recompusimos en una sola.

¿Existe un limbo para los bocetos perdidos?
Hubo un par de ideas que parecían prometedoras, pero por una u otra razón fueron rechazadas. Puede que use esas ideas para otra cosa.

¿El hecho de ser director te ayuda a la hora de ilustrar un cartel de cine?
No mucho, excepto que sé lo que es tirarse dos años trabajando en una película las 24 horas del día, siete días a la semana. Por eso quise diseñar un cartel del que Grojo estuviera orgulloso. Ha puesto tanto tiempo, sangre, sudor, lágrimas y amor en la película que quiero que el cartel ayude a encontrar su público.

¿Cómo explicarías el cartel de LA LUNA EN BOTELLA a alguien que no haya visto la película?
La película sigue a un escritor que busca inspiración para su nueva novela entre los excéntricos parroquianos de su bar habitual. El cartel muestra un pequeño barco de su imaginación navegando en el mar de esas vidas.

¿Qué le pides a una película para involucrarte en ella?
Es maravilloso ver una película sin la menor idea de hacia dónde se dirige o qué es lo que vas a ver.

El cartel es la primera información que el público recibirá de la película, ¿cómo manejas esa responsabilidad?
Debe ser certero. No tiene sentido diseñar un cartel de acción al estilo Hollywood para una extravagante película independiente con mucha miga. Todo está en lograr el tono adecuado.

En tu cartel aparecen 15 personas y un burro… Un momento, me gusta esa frase como breve argumento de LA LUNA EN BOTELLA: «15 personas y un burro»; ¿estás de acuerdo?
Suena como la próxima película de Peter Greenaway.

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